Merece la pena el día

Merece la pena el día

Se ha quejado mi amiga Justine de que está pasando la crisis de los sesenta y yo le he dicho que las crisis las dejo pasar y no les hago caso. Me levanto temprano, me desperezo, me aliso con la mano el pelo, me doy una garfiá con agua fría y mientras me seco la cara abro los postigos de la ventana y observo a unos mirlos descarados que corretean por el huerto asustando a los gorriones que protestan en medio de un guirigay impresionante.
- ¡Nada más ver esto ya merece la pena el día! -le he dicho al tipo que había en el espejo.
Momento a momento y hora a hora ocurren y observas tantas cosas hermosas, que siempre hay alguna razón para decirle eso al tipo del espejo.
Ayer por ejemplo, después de un año de no subir al Mulhacén, pude hacer cima. ¿Y qué me encuentro allí? Un acentor alpino comiéndose las migajas que yo le echaba.
- ¡Con ver esto ya ha merecido la pena el día! -me he dicho a mí mismo mientras comía.