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Castillo de Doiras y la leyenda de Aldara

Castillo de Doiras y la leyenda de Aldara

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Castillo de Doiras y la leyenda de Aldara

El castillo de Doiras, situado en Cereixedo, en el municipio lucense de Cervantes, es sin duda el monumento más importante de Os Ancares, junto con las pallozas del poblado prerromano de Piornedo. Enclavado a 700 metros de altitud, se remonta al siglo XV. Su planta es rectangular (25 por 21 m), y sus muros tienen 8 metros de alto y 1,5 de ancho. La altura, no obstante, es desigual, debido a los desniveles del terreno. La torre del homenaje alcanza los 14 metros de altura, y tiene planta rectangular (10 por 8 m) con muros de 2 metros de grosor. Fue del conde de Graxal de Campos, señor de Cervantes, título que hasta 1909 ostentó el duque de Sesto. Actualmente es de propiedad privada y está restaurado. Existe una curiosa leyenda vinculada al castillo, cuando en él moraba un caballero de nombre Froiaz, con dos hijos: Egas y Aldara. El hijo de otro señor de un castillo cercano se enamoró de Aldara. Su amor fue correspondido y, con el consentimiento de los padres, se anunció la boda. Una tarde, Aldara desapareció. Padre y hermano, criados y escuderos, incluso su enamorado, acompañado de sus gentes, fueron en su busca por montes y bosques, por chozas y caseríos... después de algunos días de búsquedas infructuosas, consideraron definitiva la pérdida de Aldara, imaginándosela malherida por algún jabalí, algún oso o devorada por los lobos... Un día Egas, estando de caza, divisó una hermosa cierva blanca. De un disparo único y certero terminó con la vida del animal, pero no se había percatado de que era imposible llevarla hasta el castillo por su peso excesivo (o, tal vez, porque la nieve dificultaba el transporte), así que le cortó la pata delantera a la cierva. Y cuando fue a mostrarle a su padre la pata de la pieza cobrada, contándole el éxito obtenido, atemorizados, vieron como lo que Egas sacó de la bolsa fue una mano; una mano fina, blanca, suave; una mano de doncella hidalga. Y en uno de los dedos de aquella mano relucía un hermoso anillo de oro con una piedra roja. Padre e hijo se acordaron de que aquel era el anillo de la malhadada Aldara. Con ánimo dolorido corrieron hacia la cima del monte, hacia el lugar donde Egas había matado a la cierva. Allí encontraron, tendido en el suelo, el cadáver de Aldara, a quien le faltaba una mano.

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Sección
Carpeta Paisaje
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Exif

Cámara NIKON D40
Objetivo ---
Diafragma 9
Tiempo de exposición 1/320
Distancia focal 55.0 mm
ISO 200