Derramando color

Derramando color

¿Quién puede negar que en los atardeceres reside esa magia que derrama color reinventando nuestro entorno, justo cuando comienza a morir el día? Precioso regalo éste de quien no puede eludir su fin y a un mismo tiempo empieza a parir la noche...

Pues bien, algo de eso intenté captar en esta foto que hoy reencuentro y recojo con inmenso cariño y con mucha nostalgia por gente muy querida que, a diario, recorre las cercanías de ese puente.

Un atardecer visto desde La Rábida, desde la terraza de la Sede Santa María de la UNIA.
Allí pasé algunos de los mejores meses de mi vida; allí la vida me reveló amigos entrañables; allí recuperé trozos de mi vida que creía perdidos o perimidos. Por allí, por algún lugar en la tierra andaluza de rojos profundos y bellos ocres, recogí sonrisas, construí afectos, dejé más de una lágrima y enterré parte de mi corazón para que la calidez de los andaluces los conservara.
Siempre añoro esa tierra, hoy la extraño particularmente.
En ese pedacito de España que retraté en el puente que une La Rábida con Huelva; allí donde el Tinto marcha a abrazarse con el Odiel, junto antes de abrirse al Atlántico, donde el sol muestra sus últimas luces para morir en América hasta el nuevo día... en ese pequeño lugar los concentro a todos.
Algo deberé hacer hoy con la nostalgia. Empiezo recordando Andalucía con todo mi cariño.