El patio

El patio

Esa tarde, cuando los niños jugábamos en la placeta, oímos gritos procedentes del patio del Poli. Eran dos vecinas que estaban discutiendo. Una tenía las sábanas tendidas y la otra se había puesto a encender el brasero muy cerca. La de las sábanas le pegó una patada al brasero y lo desparramó por el patio y la del brasero descolgó las sábanas para pisotearlas. Salieron los familiares y el patio en un momento se transformó en la venta de Juan Palomeque -golpes, gritos, carreras- aunque por allí no apareció Don Quijote, sino los vecinos de los alrededores, que después de grandes esfuerzos pudieron poner paz entre los dos bandos.
Los niños, después de curiosear un rato, volvimos a nuestros juegos. Mi amigo Picante, siempre tan rancio, me dijo:
- ¡Arillo, esta ha sido una tarde memorable!