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Premium (Pro), GANDIA-VALENCIA

GAVIOTAS / SEAGULLS

“Entonces, ¿será cierto?”
Los dos hombres intercambian, en esta mañana de noviembre, preguntas que cobran su sentido al no ser contestadas.
El puerto está vacío. Vacío de barcos de carne. Repleto de desvencijados cuerpos de madera descolorida, de cadáveres gigantes que jamás tuvieron la oportunidad, en su modestia, de ser sobrevivientes a ningún naufragio.
“¿Tú las has visto últimamente?”
Las maromas, desde lejos, parecen lazos inservibles. Los barcos no necesitan huir del puerto, de esa costa artificial donde los llevan a reposar con un reposo mortal, definitivo, o al temporal descanso que les llena de sol su quilla herida.
Hace mucho que el color del agua no llega a verse.
Flota el aroma a la podredumbre del tiempo acaparando la superficie espumosa del final del mar; de su saliva, la que se aboca en el puerto; del agua que ha sido mutilada de la libertad de transfigurarse en oleaje, en resentimiento acuático, en resaca de azules y guirnaldas de blancos y sonidos tan leves como únicos.
El puerto duerme, incapaz de despertar, pues todo él yace, sin aliento, inmóvil.
“Entonces…¿es verdad?”
Los dos hombres se hablan mientras cada uno dirige su mirada a un extremo del puerto. Se son ajenos, como la vida es ajena al mar artificialmente quedo que ha tragado la boca estática del puerto.
“Pues, parece que sí. Va a ser verdad y, al final, tendrán razón. Ya no hay gaviotas que sobrevuelen el mar”.
Los dos hombres, entonces, interseccionan, en el firmamento lleno de plomo y de gris, sus ojos. Buscan, sin esperanza, las alas abiertas de las gaviotas ausentes.
Las gaviotas no volverán.
Nada las une a la extensión de un mar que ha dejado de ser amenazante.
La carroña no cubre el agua. Anida fuera de ella.
Los dos hombres giran sus espaldas y se dan, como adiós, la indiferencia.
El mar ya no busca entrar en la ciudad, ser espejo, combinar lo diáfano del azul con lo oscuro del sueño. El mar no atesora cánticos de marineros ficticios, es un charco minúsculo en el que flotan barcos que jamás volverán a acercarse a un horizonte.
Las gaviotas no volverán.
Probablemente, ellos tampoco.


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